Heliconia - Invierno by Aldiss Brian W

Heliconia - Invierno by Aldiss Brian W

autor:Aldiss, Brian W. [Aldiss, Brian W.]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2002-12-31T16:00:00+00:00


X - «LOS MUERTOS NUNCA HABLAN DE POLÍTICA»

El sexto día del sexto décimo de cada sexto año pequeño se reunía en Askitosh el Sínodo de la Iglesia de la Paz Formidable.

Los frailes menores se congregaban en conventos detrás del Palacio del Sacerdote Supremo, mientras que los quince dignatarios que formaban el sínodo permanente vivían y se reunían en el mismo Palacio. Representaban tanto el sector eclesiástico como el secular o militar de la organización de la Iglesia; sus deberes y obligaciones eran numerosos y severos. No eran hombres de costumbres ligeras.

Como humanos que eran, los quince tenían sus defectos. Uno caía bajo los efectos del alcohol cada día a las dieciséis veinte. Otros compartían sus habitaciones con púberes de uno u otro sexo. Otros se entregaban a extrañas perversiones. No obstante, al menos una parte de ellos se dedicaba seriamente a garantizar la continuidad y buena marcha de la Iglesia. Dado lo difícil que resultaba encontrar hombres buenos, podía decirse que los quince lo eran.

De todos ellos, el más aplicado era Chubsalid, un hombre nacido en Bribahr y criado por monjes santos en los claustros de su convento. Ahora era Supremo Sacerdote de la Iglesia de la Paz Formidable, es decir, el representante electo en Heliconia del Dios Azoiáxico, presente antes de toda vida y alrededor del cual toda vida gira. Ni siquiera el más suspicaz de los eclesiásticos había visto jamás a Chubsalid llevarse una botella a los labios. Si profesaba alguna clase de apetencias sexuales, éstas eran un secreto celosamente guardado entre su creador y él. Si alguna vez había sentido rabia, miedo o pena, estas emociones jamás habían asomado a su sonrosada faz. Y no era ningún tonto.

Al contrario de la Oligarquía, cuya sede de la colina Icen no estaba ni a una milla de distancia, el Sínodo contaba con un amplio apoyo popular. La Iglesia se ocupaba genuinamente de las necesidades de su grey; animaba sus corazones y les brindaba consuelo en la adversidad. Además, mantenía un prudente silencio respecto al pauk.

Al contrario del Oligarca, a quien nadie había visto y al que la temerosa y fértil imaginación popular atribuía el aspecto de un inmenso crustáceo de hiperactivas pinzas, el Supremo Sacerdote Chubsalid viajaba rodeado de los más humildes y era un visitante siempre bienvenido en sus congregaciones. Su figura era la del perfecto Supremo Sacerdote: elevada estatura, rasgos duros pero a la vez piadosamente contenidos y una blanca melena. Cuando él hablaba, la gente escuchaba deseosa. Sus intervenciones rebosaban piedad y no desdeñaban el ingenio: era tan capaz de hacer reír como de hacer rezar a su audiencia.

Durante las reuniones del Sínodo se solía discutir en el más alto sibish, plagado de múltiples subordinadas, elaborados paréntesis y espectaculares estructuras verbales. Sin embargo, en esta ocasión particular, el asunto tratado era eminentemente práctico. Se refería a la desgastada relación entre los dos poderes de Sibornal: Estado e Iglesia.

La Iglesia presenciaba alarmada la creciente severidad de los edictos emitidos por la Oligarquía. Precisamente, uno de los miembros



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